20 feb 2013

PONIENDO LÍMITES



¿Cuántas veces hemos oído a algún padre decir “no puedo con mi hij@”?

 Los problemas de desobediencia, las rabietas, el NO…es muy habitual en la mayoría de los niños y no debe alarmarnos ni angustiarnos. Lo importante es saber cómo controlarlo para que los problemas de comportamiento del niño no se conviertan en un continuo a lo largo de su desarrollo llegando a la adolescencia, donde realmente sí puede convertirse en problemas de convivencia, tanto con sus padres como con las personas con las que llegue a convivir en un futuro.

La manera más eficaz de abordarlos, desde mi punto de vista y en base a los numerosos estudios que lo avalan, consiste básicamente en:

  •  Poner límites desde el inicio del desarrollo, aunque pensemos que son “demasiado pequeñ@s para entenderlo”. Es fundamental  que los limiten se pongan desde edades tempranas, sino  luego será mucho más difícil establecerlos. Es conveniente, desde la primera infancia, implantar unos hábitos adecuados en la alimentación, los ritmos de sueño… y las personas que deben marcar estos límites son los padres, así como establecer las normas en función de la edad de l@s niñ@s. Debemos plantearnos los límites como un juego de equilibrios, no como algo coercitivo con el niño. Éste va a aprender que es tan importante saber dar como recibir, al mismo tiempo que interioriza una serie de pautas y valores que le van a servir de referente.
  • Ser claros en las instrucciones que les damos. L@s niñ@s deben saber exactamente  qué es lo que les estamos pidiendo.
  • Debemos estar atentos a las conductas deseadas y retirarles la atención cuando no sea así. Por ejemplo, si aparece una conducta disruptiva podemos aplicar alguna de las técnicas para retirarle la atención (Por ejemplo, Tiempo Fuera), pero por el contrario la conducta es la deseada, un premio no esperado y contingente aumentan la probabilidad de que se repita dicha conducta. Otras técnicas interesantes y que funcionan muy bien son la Economía de Fichas o el Coste de Respuesta.
  • Al establecer unos límites y unas normas, éstos deben ser respetados por todas las personas involucradas en la educación del niño. Debe haber una elevada complicidad entre todos los miembros de la familia.
  • Cuando demos las instrucciones, debemos minimizar el NO, por ejemplo, en vez de decir “NO chilles”, podemos decirle “habla bajito”, de este modo lo interpreta como una sugerencia, no como una orden. Una cosa fundamental a tener en cuenta es que debemos desaprobar las conductas (morder, pegar…), nunca al niño (eres muy malo…)
  • A la hora de darle las instrucciones al niño, debemos plantearlo como una elección que se le ofrece, por ejemplo, en vez de decirle “recoge los juguetes”, podemos decirle “¿Quieres que recojamos los juguetes? Tú ve diciéndome qué juguetes quieres que recoja yo y cuáles quieres recoger tú”.
  • Debemos acompañar las demandas con una explicación, de modo que el niño entiende que lo que le estamos pidiendo no es por capricho, sino que tiene un sentido. Por ejemplo, cuando queremos corregir a un/a niñ@ que pega a sus compañeros podemos decirle: “si pegas a tus compañeros ellos no querrán jugar contigo”. Así es más fácil que interioricen la conducta.
  • Cuando necesariamente tengamos que pronunciar un NO podemos minimizar su efecto con una alternativa “No te puedo comprar chucherías antes de comer pero después de comer tendrás postre sorpresa”
  • Como estamos comentando, es importante establecer límites y normas, pero hay que ser flexibles. Debemos ser conscientes de que los niños van creciendo y debemos ir modificando esos límites en función de los nuevos problemas y sus circunstancias. Hay que tener cuidado, pues una rigidez extrema invita a incumplir las normas…
  • Tiene que haber coherencia entre lo que estamos pidiéndole a los niños y los comportamientos que ellos observan en nosotros.
  • En muchas ocasiones, las conductas disruptivas de los niños pueden hacernos estallar… en estos casos tenemos que controlar nuestras emociones. Si somos demasiado emocionales no le estaremos ofreciendo al niño lo mejor de nosotros mismos. En esas ocasiones debemos retirar la atención al niño, hacerle saber que no nos ha gustado su comportamiento y, en frío  analice la situación y tome las medidas oportunas. Debemos tener mucho cuidado en no entrar en un dialogo de recriminaciones con el niño, pues la relación con el niño puede tornarse conflictiva.

Una cuestión fundamental es la constancia. Debemos ser constantes en la aplicación de cualquier estrategia para modificar o instaurar conductas. Es normal que cuando empezamos a establecer normas y limites la respuesta por parte de los niños sea negativa y se muestre reacio a obedecer. Será normal que se dé un aumento de conductas negativas pero, en la mayoría de los casos, estas conductas remiten.


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